No me gusta el amiguito de mi hijo ¿Qué hago?
A Guille le encanta jugar con Luis en el cole, van al mismo curso e incluso quieren quedar en las tardes para seguir jugando. “Son inseparables”, ha dicho la profesora en la tutoría de este mes.
Ana, la madre de Guille, ha notado que desde el comienzo de clases su hijo está algo alterado en casa. A veces triste, otras irritable. Ha aumentado su repertorio de palabrotas y suele reaccionar bruscamente ante cualquier petición que suponga contraria a sus prioridades o intereses en el momento.
Hoy han ido al parque y Ana ha visto que Guille y Luis, ambos de 4 años, conversan animadamente, corren y parecen pasarlo bien. De repente comienza a ver en Luis actitudes y comportamientos de su hijo. ¿Quién ha copiado a quién? También observa que Luis parece ejercer una especie de poder sobre Guille, que acaba haciendo lo que su amigo le pide, dócilmente. ¡Vaya diferencia en casa! Luis es un niño activo, potente, conversador y firme en sus respuestas. Su madre, Paloma, dice que en casa es complicado.
¿Te reconoces en alguna parte de este relato?
A veces entre niñas y niños se dan interacciones de juego casi de dependencia. En ocasiones es difícil definir si estas interacciones pueden repercutir negativamente a largo plazo y, otras veces, la evidencia se observa en el comportamiento de alguno de los implicados.
Generalmente, para madres y padres resulta complicado separar a sus hijos e hijas de compañeros de juego con los que parecen disfrutar, aunque su intuición les diga que es mejor evitar que esa relación se intensifique.
Los niños, normalmente, se resisten a soltar estos contactos que, por otra parte, suelen introducir elementos de emoción y excitación en el juego, difíciles de reproducir en dinámicas más serenas (y por lo general preferidas por los adultos). Experimentos emocionales en la infancia. Aprender a vivir y a relacionarse es lo que tiene.
Y ¿cómo puedo saber si mi hijo/hija está en una relación de dependencia con alguna de sus amistades?
Hay pistas que pueden indicar que nuestro hijo/hija podría estar en una relación de dependencia emocional con algún compañero o compañera. Las siguientes preguntas pueden ayudar a aclarar el panorama, en caso de que tengamos dudas:
- ¿Son capaces de separarse físicamente en algunos momentos?
Esto se puede detectar si tu hija pide con insistencia quedar por las tardes con la misma persona, a pesar de haber pasado muchas horas en el colegio y haber tenido ocasión de jugar allí. También sugiero preguntar al adulto responsable en la escuela lo que observa al respecto.
- ¿Tu hijo ha tenido cambios repentinos en gustos, hábitos o conductas?
Por ejemplo, comienza a decir nuevas palabrotas o a reaccionar de manera no habitual en situaciones que habéis ya transitado o en hábitos ya adquiridos (recoger, comidas, cuestiones vinculadas con la autonomía física, entre otras).
- ¿Hace constante referencia a lo que hace, dice u opina la otra persona?
Luis dice que, Luis hizo X, Luis piensa que…. Esta es otra señal de alerta: cuando tu hijo se remite constantemente a comportamientos o expresiones de la otra persona para justificar sus propias acciones o decisiones.
- ¿Sólo juega con esa persona?
Cuando por un período prolongado la referencia es únicamente a un amiguito o amiguita y no hay señal de que pueda variar de compañeros de juego. No hay alternancia.
- Cuando está con otros niños/niñas ¿lo cita constantemente y le cuesta disfrutar?
Acepta jugar y reunirse con otros niños, pero le resulta difícil conectar y prefiere, en general, estar con una sola persona.
Decir que algunos de estos comportamientos no son perjudiciales en sí mismos, lo que toca revisar es si esa dinámica o relación inhibe a tu hijo de abrirse a otras personas o si supone aprendizajes más bien negativos para él o que tú preferirías que no integrara.
El rol del adulto
He conversado con Layla Hernández, maestra, acompañante y formadora de equipos docentes y pedagogías activas. Ha acuñado para sí misma la definición de chef pedagógica. “Por aquello de las recetas”, me dice.
Layla tiene muchos años acompañando en centros educativos dinámicas como la descrita entre Guille y Luis (o de María y Carlota). Juntas hemos elaborado una propuesta para que madres y padres se aproximen a sus hijos cuando perciban que pudieran estar inmersos en alguna relación de dependencia emocional con compañerxs que, en lugar de sumar, puedan restar al saludable desarrollo de habilidades sociales o interpersonales.
Y entonces ¿qué hago? He aquí 5 claves:
- Evitar emitir juicios de valor o criticar abiertamente al amigo de nuestro hijo.
La opción es describir los comportamientos que no nos gustan y que observamos en casa. Si está claro que esas conductas son imitación de otro niño/niña, señalar claramente “he visto a Luis hacer eso y no me gusta que hagas lo mismo”.
Criticar abiertamente al “amigo” puede generar más curiosidad e incluso consolidar la relación como un modo inconsciente de resistencia o búsqueda de límite por parte del niño, actitudes esperables a partir de los dos años.
- Evitar poner el límite desde la prohibición, desde el constante NO.
En su lugar, hacer propuestas razonables, buscar alternativas, ampliar el círculo de contactos. Si el niño insiste en quedar con “su amigo”, plantear la situación desde lo que sí es posible (“prefiero que quedemos esta tarde con otras personas”). - Animar a tu hijo cuando muestre interés en quedar con personas diferentes.
Y decirle que se tome su tiempo en caso de que quiera retroceder. Detectar aquellos niños o niñas que pudieran suponer una alternativa más saludable de juego y promover espacios y momentos para compartir. - Estructurar ratos de juego individual a diario
Después de jornadas grupales largas en la escuela, el juego individual aporta la posibilidad de conexión personal, consigo mismo. Es algo importante a tener en cuenta. - Conversar con tu hija. Preguntar, tender puentes de comunicación desde el no-juicio
Esto nos permitirá obtener información para entender la relación y el atractivo que puede suponer para nuestro niño la relación que consideramos no saludable, a la vez, que estrechar el vínculo y la conexión comprendiendo sus necesidades emocionales..
Conexión y comunicación son elementos fundamentales siempre en nuestras relaciones con los niños, más aún en circunstancias como la descrita, en la que es posible tener que poner un límite o definir acciones que pudieran no gustar a nuestro hijo. En cualquier caso, el rol de guía y orientador es compromiso del adulto, de allí mi invitación siempre: lidera y confía.