Madrid está viviendo una revolución alrededor de la 80 Feria del Libro. Será que es de los primeros eventos masivos que volvemos a tener, el buen clima, el regreso de las vacaciones y la negación de la realidad… Los mismos organizadores han declarado que están desbordados, en el buen sentido. Que han vendido más, incluso han superado las ventas pre Covid.
Al menos en Madrid, la Feria del Libro tiene muchísimo reconocimiento y mueve a mucha gente. Personalmente, yo nunca había podido ir, siempre lo dejaba para último momento y acababa desistiendo. Pero siempre he escuchado hablar de ella, como un imprescindible de la ciudad. Esta vez, he ido a la Feria del Libro y estas son las 5 cosas que aprendí con mis particulares acompañantes.
5 cosas que aprendí al ir con niños
Este año, no iba a ser de otra manera, miré el programa, me informé y tuve la sensación de tener la voluntad, pero ya sabíamos cómo iba a terminar este cuento: otra vez sin ir y repitiéndome “el próximo año no me lo pierdo”. Pero si algo nos enseñó la pandemia es que el tiempo presente es lo único que podemos medianamente dominar. Y así fue que, de forma espontánea y sin ninguna organización previa, llamé a mis sobrinos y les dije: desayunad, vestiros y venid que mientras voy haciendo fila.
Os podéis imaginar que si a cualquier otro ser humano lo llamas a las 9 de la mañana de un sábado de su primera semana de trabajo, por ejemplo, probablemente la respuesta habría sido: ¿pero tú de qué vas? ¡Déjame dormir!
Aquí viene mi primera lección: estos peques, con cierto desconcierto pero con tono amable y alegre me dijeron: ¡Vale, hacemos todo rápido y nos vemos allí! Nunca antes habían estado en la feria, ni sabían lo que era. Simplemente se animaron porque tienen una energía galáctica como todo niño y además confiaron en mi recomendación. Ellos más que nadie entienden a la perfección lo que es vivir en el hoy.
Una vez ya en El Retiro, y ya haber logrado aparcar, que por favor no dejéis que esto os detenga, se unieron a la fila conmigo y esperamos pacientes que abrieran las puertas. Vale aclarar que la feria abre a las 10:30 horas, podéis consultar los horarios y programa aquí.
Si bien es verdad que la feria está muy bien organizada, gel hidro alcohólico cada pocos metros, baños muy limpios en ambas entradas, control de aforo y demás, al ingresar no hay nadie ni nada que guíe un poco la visita. Para ser claros, tampoco es que sea una necesidad dado que es una feria, no tiene tanto misterio. Finalmente sí encontramos más o menos a la mitad, un centro de información en el que te proporcionarán un mapa y donde puedes preguntar dudas.
Los mayores nos fuimos con nuestro mapa y empezamos a caminar y mirar tan tranquilos. Y allí es cuando una pregunta muy justa me enseñó la segunda cosa: ¿Qué es lo que estamos haciendo aquí?, nos preguntó uno de los peques. ¡Claro! Los niños necesitan información al igual que los adultos y si no sabemos esa información pues sin problema decir la verdad. Que estamos conociendo algo nuevo, que no sabemos muy bien como va pero que seguro nos lo pasamos fenomenal.
A toda esa respuesta poco definitiva, respondieron con un “¡Vale!” y se entregaron plenamente al plan. Caminamos unos metros y comenzamos a darnos cuenta que esta feria tiene libros, sí, pero también puedes encontrarte a sus autores y que además la gente los sigue como groupies fanáticos. Claro, cuando dije esto en voz alta uno de ellos dice: “Claro, los autores son personas”. Tercera lección del día. Al escribirlo no puedo representar la emoción y el asombro que traía consigo esa frase. Damos por sentado que las cosas son lo que son, pero los niños tienen esa fascinante capacidad de ver todo desde una perspectiva tan fresca que nos hace cambiar la nuestra. Detrás de un libro hay una persona, y la Feria es un pretexto buenísimo para explicar esa realidad.
Por si fuera poco, para nuestra sorpresa, empezamos a ver que muchos de los autores de literatura infantil no solo escribían historias, sino que también las dibujan. ¡Y qué pasada ver esto en acción! Muchos de ellos nos hablaban a nosotros, los mayores, pero otros tantos miraban directamente al peque, sabiendo muy bien cómo conectar. Quizás para vender sí, pero ¿qué más da? Si han sabido crear una experiencia en nosotros y gratuitamente. Aquí ya saben lo que viene, sí: cuarta enseñanza del día. Los niños pueden gestionarse, descubrir y dialogar por sí solos. Pueden resolver su curiosidad, ir a más, sorprenderse, aprender de lo desconocido. Todo esto si solo ocurre una cosa: los mayores tenemos que permitirlo. Crear espacios y experiencias en los que ellos se sientan capaces, libres y seguros.
Ya estamos llegando al final y te preguntarás cuál es la quinta. Pues la quinta cosa que aprendí fue justo después de un intercambio con una autora, mientras comprábamos uno de sus libros. Uno de los peques dijo: “Ah, ¿entonces yo puedo ser autor?” Nuestra reacción instantánea fue sonreír y decir que claro que sí, que todo lo que él quisiera ser puede serlo. Pero, pasadas las horas me he dado cuenta que los niños necesitan ver y escuchar por sus propios medios. Porque si no está en su mundo, no existe. Y si no existe entonces esa frase de “puedes ser todo lo que quieras” significa “puedes ser todo lo que quieras de lo poco que conoces el mundo”. Y esa responsabilidad es de los mayores. Qué bueno poder darles referentes tan de carne y hueso.
La Feria cuenta con un pabellón infantil que al parecer tiene actividades chulísimas. Tiene aforo controlado y se llena bastante rápido pero déjame decirte que nosotros no hemos ido a ninguna, hemos estado casi tres horas caminando y ha sido una experiencia increíble.
La Feria del Libro y sus 5 cosas que aprendí al ir con niños, me han devuelto la ilusión de cuando era pequeña, de sumergirme en mundo desconocidos, crear mis propias fantasías, dejarme llevar y crecer allí. Fue vivir otra vez en primera persona la literatura viva.
Además, como a los peques, me ha despertado de un letargo y me ha dicho muy fuerte: tú también puedes escribir. Así que aquí estoy, una tía POiNER escribiendo.
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