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Crecer a través de atardeceres
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Andrea Ávila

29 julio 2022
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Mi primer eclipse.

Recuerdo perfectamente la primera vez que el cielo me pareció primoroso. Era 2005, yo tenía 8 años y vi por primera vez un eclipse. Se trataba de un eclipse anular de Sol. En el colegio nos habían dicho que era un hecho extraordinario que ocurría cada cierto tiempo.

Nos recordaron durante toda esa semana lo afortunados que éramos de poder disfrutar del eclipse, e incluso dedicamos varias clases de diferentes materias a crear unas gafas especiales con las que poder observar el eclipse con seguridad.

Era importante, eso estaba claro, así que cuando llegó el momento y sacamos nuestras pequeñas cabezas por aquellas ventanas para ver la maravilla natural que nos ofrecía la vida, recuerdo pensar “muy fuerte” que tenía que ser consciente de lo que estaba viendo, viviendo y sintiendo para poder recordarlo toda la vida. Casi como un anhelo, podía ver como se convertía en recuerdo mientras aún lo estaba viviendo. Agradezco a la Andrea niña por tomárselo tan en serio, pues aún hoy, con 24 años, cierro los ojos y consigo transportarme a aquellas sensaciones.

Descubrir los atardeceres.

Un día cualquiera, haciendo los deberes del colegio, me quedé embobada mirando por la ventana. De repente el cielo estaba como nunca había visto. Tenía coleres rosados y morados, que se envolvían con los tonos grisáceos y azules habituales; las nubes parecían bailar y hablar entre ellas. Casi parecía que el cielo estuviera vivo, de celebración.

Pensaba que el firmamento me estuviera hablando, como si me invitara a dejar mis nada entretenidas actividades y saliera a jugar con él. Era mágico. Tan hermoso como efímero, pues en lo que en mi mente transcurrió como segundos, aquel diestro y fino cielo lleno de vida, dio paso a una noche cerrada nada especial.

Con los deberes todavía sin terminar, recuerdo correr a la habitación de mi abuela (por aquel entonces vivía con nosotros), y decirle muy alto y rápido “Abuela, ¿has visto lo bonito que estaba el cielo?”. Mi abuela, con la nariz metida en uno de sus libros, levantó la mirada, se bajó aquellas gafas que siempre colgaban de su cuello, sonrió y dijo “Si que era muy bonito el atardecer de hoy, tienes razón”.

Los atardeceres con mi abuela

El atardecer. Hasta la palabra sonaba bien. Por supuesto, yo le pregunté qué era un atardecer, y pasó un buen rato, explicándome con mucha paciencia, los efectos de la rotación de la tierra y como eso produce el ocaso del día. Recuerdo escuchar con atención aquella explicación, y recuerdo a mi abuela decir “son muy curiosos los atardeceres, te transportan a tus mejores recuerdos, aunque nunca verás dos iguales”. No le supe dar el valor que merecía a aquella frase, sin embargo, algo en mí quiso recordarla e interiorizarla hasta crecer y poder darle un significado propio. 

Vi algunos atardeceres más con mi abuela antes de que partiera y se uniera, vestida en tonos pastel, a bailar con las nubes. Desde entonces, quizá por haber compartido aquel primer atardecer con ella, siempre la vislumbro entre los colores de los atardeceres, como si me dijera que sigue a mi lado, como si me invitara a seguir bailando. 

Como dijo ella, es curioso el atardecer. Es fascinante como el fin del día te transporta a reminiscencias marcadas a fuego en el alma, a la vez que te ayuda a crear nuevas memorias.

Los atardeceres en POiN.

Comencé a trabajar en POiN hace no tanto tiempo. Fue una grata sorpresa descubrir que es un equipo pequeño, casi una familia, donde tienen en cuenta tus ideas desde el primer día. No te cortan las alas, sino que te ayudan a subir al piso más alto con el fin de que brilles, vueles y crezcas. Tienen presente tus intereses y siempre están abiertas a escucharte.

En mi primera semana de trabajo se propusieron diferentes campañas y yo, viendo que encajaba con el espíritu y corazón de POiN, tímidamente propuse la “Campaña atardeceres”.

Desde que en mi infancia descubriera mi pasión por encontrar nuevos y más sorprendentes atardeceres, éstos habían sido un “leitmotiv” de mi crecimiento y creatividad. La idea se recibió con entusiasmo y enseguida me puse manos a la obra.

Mi campaña de atardeceres.

Si algo me gusta de trabajar en POiN es que te permiten probar. Las equivocaciones siempre son bienvenidas, si con ellas vamos a aprender algo. Te escuchan y te dan vía libre, en definitiva, te regalan el poder de crear. Esta libertad, en mí particularmente, se traduce en motivación, por lo que, sin tardar un segundo, me puse a trabajar en la “campaña atardeceres”.

Mapeé toda España con el fin de crear una lista que resultara entretenida y completa con los mejores sitios para ver el atardecer, y que a la vez permitieran pasar tiempo de calidad en familia. Descubrí al realizar este trabajo de campo, grandes parajes que desconocía hasta el momento. Me reafirmé durante el proceso en mi idea de que este país ofrece lugares inestimables donde disfrutar de las virtudes que nos regala el cielo. 

Estoy muy agradecida de que mi primera campaña en solitario haya sido sobre algo que significa tanto para mí, y tremendamente orgullosa del trabajo resultante. Como niña, el atardecer fue uno de los pilares en los que se basó mi imaginación, estimulando mi cerebro, ideas e intereses, y dando paso a una mujer que profesionalmente se ha ligado inevitablemente a carreras y trabajos donde poder explotar de manera casi inevitable la creatividad. 

Mis 3 atardeceres favoritos

El Templo de Debod

Me permito poner en primera posición este lugar tan típico madrileño, como un pequeño capricho propio; ya que es el lugar donde más veces he vislumbrado atardeceres. Uno de los lugares más mágicos de mi vida, donde tengo anécdotas con tantas personas que no podría enumerarlas. Nunca me canso de ir, siempre es un buen lugar para ver como el día se despide, y siempre se percibe un ambiente de ventura acompañado de un bullicio que parece insaciable. En definitiva, este lugar transmite vida.

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Mirador de Santa Catalina (Cantabria)

Situado en Peñarrubia, el mirador de Santa Catalina, me parece el sitio perfecto para mimetizarse con la naturaleza, respirar y disfrutar, olvidando por unas horas el ajetreo habitual por el que se caracteriza la vida familiar. Parece casi que la vegetación y geología te invita a formar parte de su orquesta perfectamente afinada. El mirador en sí me parece espectacular, y sin duda ofrece uno de los atardeceres más especiales que se pueden encontrar.

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Parque Natural de La Albufera (Valencia)

El Parque Natural de La Albufera es un espacio natural protegido que constituye una de las zonas más valiosas de la Comunidad Valenciana. Me encanta, porque no está lejos de la ciudad, por lo que puedes acceder a él de una manera rápida siendo perfecto para pasar un día de desconexión, disfrutando de la gran variedad de biodiversidad que ofrece este paraje y, por supuesto, poniendo la guinda del pastel al ocaso del día, donde podrás vivir un precioso atardecer que te acompañará a finalizar la jornada con un remanso de paz y felicidad.

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Selección completa de atardeceres en POiN

Después de esta pequeña selección propia, te invito a que descubras la Campaña Atardeceres completa, que te dejo a continuación, así como a disfrutar siempre del atardecer en familia, fomentando e inculcando la importancia de la creatividad en los más pequeños.

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¡Nos leemos pronto!

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