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Fomenta la madurez psicológica en la adolescencia.
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Centro TAP

7 abril 2021
adolescentes sentados

Colaboración con Centro TAP, Tratamiento Avanzado Psicológico

A menudo asumimos que al alcanzar la madurez biológica se adquiere paralelamente la madurez psicológica. Sin embargo, la madurez psicológica (es decir, la capacidad de afrontar proactiva y asertivamente los acontecimientos externos que nos ocurren) no depende tanto de la edad, sino de las experiencias que hayamos vivido y el afrontamiento que hayamos realizado de las mismas.  

El contexto socioeconómico y laboral de nuestros/as jóvenes dista mucho del de los/as jóvenes de décadas atrás: la incorporación al mercado laboral se ha retrasado, así como la edad de emancipación. En consecuencia, nuestros/as jóvenes tienden a exponerse a un contexto menos demandante, con menores responsabilidades, que dificulta que desarrollen su madurez psicológica y retrasa su transición a la vida adulta. 

Son habituales los casos de jóvenes cercanos a la treintena que aún no han volado del nido familiar. Y frecuentemente permanecen en él con las mismas dinámicas y responsabilidades que cuando eran adolescentes. De esta manera, se frena su desarrollo madurativo, ya que no se enfrentan a nuevos retos y responsabilidades.  

Al igual que llevamos a cabo adaptaciones en normas y rutinas cuando un bebé pasa a ser niño/a, y cuando éste/a se convierte en adolescente, es necesario que como familias y como sociedad tomemos conciencia de esta nueva realidad que vivimos, y otorguemos mayor protagonismo a la transición entre las etapas de la adolescencia y la juventud. 

Así, si bien la emancipación y el trabajo son unos de los principales hitos vitales que nos ayudan a madurar (aunque no necesariamente), desde casa podemos poner en práctica una serie de cambios que potencien la madurez de nuestros/as hijos/as, sin necesidad de que se hayan dado dichos hitos.  

¿Cómo podemos fomentar la madurez de nuestros hijos/as jóvenes cuando aún viven en casa? 

  • Entender el contexto actual, pero sin victimizar 

En primer lugar, es importante empatizar con los jóvenes, entendiendo que el contexto actual no resulta facilitador y difiere significativamente del que existía tiempo atrás.  

Debemos guardar especial cuidado con no hacer comparaciones con otras épocas o personas, ni caer en juicios valorativos.  

Sin embargo, a su vez debemos ser cautos para no “victimizar” a los/as jóvenes, tendiendo a la sobreprotección o sobre justificación. Que el contexto sea complejo no quiere decir que no posean cierto margen de acción.  

  •  Aumentar sus responsabilidades 

La principal característica que diferencia la adolescencia de la juventud o adultez es el grado de responsabilidad existente, por lo que es recomendable potenciar la adquisición de nuevos compromisos. Por supuesto, esto ha de hacerse de manera progresiva.   

Algunas responsabilidades que puede ir adquiriendo son:  

  • Hacerse cargo de sus cuestiones personales, desde la limpieza de su ropa hasta la gestión de la matrícula de sus estudios, entre otros ejemplos.  
  • Encargarse de tareas del hogar que históricamente no se le han asignado, como hacer la compra, cocinar periódicamente, limpiar, etc.  
  • Contribuir económicamente en casa, aunque sea de manera simbólica. Puede aportar una pequeña cantidad al mes, pagar alguno de los gastos menores del hogar, o encargarse de abonar algunos de sus gastos personales (por ejemplo, el gimnasio o el móvil). 

¡Y también sus libertades! 

La responsabilidad y la libertad son dos caras de una misma moneda. Por tanto, según vamos asignando responsabilidades, es necesario también ceder en autonomía. Es conveniente dejarles que vayan tomando sus propias decisiones, que se arriesguen, se equivoquen y aprendan de sus propios errores.  

Asimismo, debemos esforzarnos por escuchar cuáles son sus necesidades y flexibilizar en determinados temas que puedan resultarles de relevancia, como los horarios de llegada a casa.   

Hacerles más partícipes 

Como en cualquier convivencia, deben seguir existiendo una serie de normas y límites. Pero, según los menores van creciendo, es conveniente ir aumentando su protagonismo en la negociación de los acuerdos que se establecen en el núcleo familiar, escuchándolos y dándoles voz (siempre desde la sensatez).  

Asimismo, es positivo que participen activamente en la resolución de conflictos que vayan surgiendo en el hogar (o fuera del mismo), permitiéndoles que expongan sus necesidades y opiniones, y fomentando que aporten posibles soluciones.  

De esta manera, estaremos trabajando su capacidad de negociación y de solución de problemas.   

Dejarnos sorprender por sus verdaderas capacidades 

Muchas veces somos los propios adultos quienes fomentamos una actitud inmadura por parte de los jóvenes, al atribuirles una capacidad menor de la que realmente poseen.  

Si no les dejamos actuar autónomamente, no aprenderán a afrontar sus problemas, no desarrollarán todo su potencial y, lo más importante, ¡no les dejaremos demostrarnos que son perfectamente capaces! 

En resumen, si bien no podemos modificar la coyuntura actual, desde casa podemos generar un ambiente en el que el/la joven vaya adquiriendo mayor control, protagonismo y responsabilidad, para dotarle de una mochila de recursos personales que le permitan acercarse a la vida adulta con un grado óptimo de madurez psicológica y seguridad personal.